JOAQUIN GONZALEZ CAMARGO
(1865-1886)
Poeta colombiano, nacido en Sogamoso (en el departamento de Boyacá) el 15 de enero de 1865 y fallecido en su ciudad natal en 1886. A pesar de su breve existencia -murió con poco más de veinte años de edad-, dejó dispersa una brillante producción poética que, una vez recogida y glosada por los estudiosos, le situó entre las figuras cimeras del Romanticismo en Hispanoamérica, al paso que le convertía en el principal poeta romántico de las Letras colombianas. Tanto fue así, que llegó a ser comparado con algunas de las grandes figuras universales de dicha corriente, como el sevillano Gustavo Adolfo Bécquer (cuya influencia es notabilísima en las composiciones poéticas de Joaquín González Camargo) y el francés Victor Hugo.
Alentado desde su temprana juventud por una acusada vocación literaria que le impulsó a cultivar la poesía, orientó, empero, sus proyectos profesionales por el sendero de la Medicina, materia que se convirtió en el objetivo de sus truncados estudios universitarios. Al tiempo que cursaba esta carrera, Joaquín González Camargo, muy influido por las noticias y las obras literarias que llegaban desde Europa, comenzó a cultivar la creación poética y a difundir sus brillantes composiciones por diferentes periódicos y revistas de sus país. Su prematura desaparición le impidió ver recopiladas en un volumen estas poesías primerizas aparecidas en la prensa colombiana, así como otras muchas que, halladas en papeles dispersos, vieron la luz a los tres años de su muerte bajo el título genérico de Poesías. También con carácter póstumo, el político, escritor y crítico literario de Bogotá José María Rivas Groot se preocupó de recopilar la poesía dispersa de Joaquín González Camargo, para darla luego a la imprenta bajo el elogioso título de Víctor Hugo en América.
TEXTOS EN ESPAÑOL - TEXTOS EM PORTUGUÊS
VIAJE DE LA LUZ.
EMPIEZA el sueño á acariciar mis sienes,
Vapor de adormideras en mi estancia;
Los informes recuerdos en la sombra
Cruzan como fantasmas.
Por la angosta rendija de la puerta
Rayo furtivo de la luna avanza,
Ilumina los átomos del aire;
Se detiene en mis armas.
Se cerraron mis ojos y la mente
Entre los sueños, á lo ignoto se alza;
Meciéndose en los rayos de la luna,
Da formas a la nada.
Y ve surgir las ondulantes costas,
Las eminencias de celeste Atlántida,
donde viven los Genios y se anida
Del porvenir el águila.
Allá rima la luz y el canto alumbra,
Aire de eternidad alienta el alma,
Y los poetas del futuro templan
Las cristalinas arpas.
Auroras boreales de los siglos
Allá se encuentran, recogida el ala;
Como una antelia vése el pensamiento
Que gigantesco se alza.
Allá los Prometeos sin cadenas
Y de Jacob la luminosa escala,
Allá la fruta del Edén perdida,
La que el saber entraña.
Y el libro apocalíptico, sin sellos
Suelta á la luz sus misteriosas páginas,
Y el Tabor del espíritu su cima
De entre la niebla saca.
Y allí el Horeb de donde brota puro
El casto amor que con lo eterno acaba;
Allá está el ideal, allá voguemos,
Dad impulso a la barca.
Despertéme azorado... y ese mundo?
¿Para volar a él en dónde hay alas?
Interrogué a las sombras del pasado
Y las sombras callaban.
Pero el rayo de luna ya subía
Del viejo estante á las polvosas tablas,
Y lamiendo los lomos de los libros,
En sus títulos de oro se miraba.
TEXTOS EM PORTUGUÊS
Tradução: Antonio Miranda
VIAGEM DA LUZ
Inicia-se o sonho acariciando minhas têmporas;
vapor de dormideiras em minha estância;
as informes lembranças na sombra
cruzam como fantasmas.
Pela estreita fresta da porta
raio furtivo de lua avança,
ilumina os átomos do ar,
detêm-se em minhas armas.
Encerrados meus olhos, e a mente
entre os sonhos ao ignoto se lança,
agitando-se nos raios do luar,
dá formas ao nada.
E vê surgir as ondulantes costas,
as eminências da celeste Atlântida,
onde vivem os gênios e se aninha
do porvir a águia.
Por lá rima a luz e o canto ilumina,
ar de eternidade afaga a alma,
e os poetas do futuro moderam
as cristalinas arpas.
Auroras boreais dos séculos
por lá se encontram, recolhida a asa;
como uma auréola vê-se o pensamento
que gigantesco se alevanta.
Por lá os Prometeus sem correntes
e de Jacó a luminosa escala;
la a fruta do Éden perdida,
a que o saber entranha.
E o livro apocalíptico, sem marcas,
solta à luz suas maravilhosas páginas;
e o Tabor do espírito seu auge
das névoas extrai.
E ali o Horebe de onde brota puro
o casto amor que com o eterno acaba;
lá está o ideal, lá vogaremos,
dai impulso ao barco.
Despertai-me abalado... E esse mundo?
Para ir a ele onde estão as asas?
Interroguei às sombras do passado,
e as sombras silenciavam.
Mas o raio de luar já subia
da velha estante às poeirentas tábuas,
e lambendo as lombadas dos livros,
em seus títulos de ouro se mirava.
Página publicada em julho de 2016
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