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Sobre Antonio Miranda
 
 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

AURELIO ARTURO
(1906-1974)
 

 

 

Poeta colombiano nacido en La Unión, Nariño.  Doctor en Derecho por el Externado de Colombia, publicó, en 1928, cuando todavía era estudiante, sus primeros poemas en la revista Universidad, dirigida por el intelectual Germán Arciniegas. Dedicado por entero al ejercicio profesional,  ejerció algunos cargos públicos como Secretario General del Ministerio de Trabajo y funcionario del Ministerio de Defensa. La poesía y la traducción las practicó en sus ratos libres pero de manera constante. En 1963 se editó su único libro, «Morada al Sur» por el que obtuvo el Premio Nacional de Poesía Guillermo Valencia. Doctor Honoris Causa en Filosofía y Letras por la Universidad de Nariño.

 

 

TEXTOS EN ESPAÑOL    /    TEXTOS EM PORTUGUÊS

 

 

 

De

Aurelio Arturo
Obra Poética Completa.
Edición crítica Rafael Humberto Moreno-Durán. 
Madrid: ALLCA XX, 2003. 692 p.   (Colección       Archivos, 57)

 

 

AMO LA NOCHE

 

No la noche que arrullan las ramas

y balsâmica con olor de manzanas,

con el eflúvio de la flor del naranjo;

oh, no la noche campesina

de piel húmeda y tíbia y sana;

 

no la noche de Tirso Jiménez*

que canta canciones de espigas

y muchachas doradas entre espigas;

no la noche de Max Caparroja,**
 en el valle de la estrella más sola

cuando un viento malo sopla sobre las granjas

entre ráfagas de palomas moradas;

no la noche que lame las yerbas;

 

no la noche de brisa larga,
 hojas secas que nunca caen,

y el engano de las últimas ramas

rumiando un mar de lejanos relâmpagos;

no la noche de las aguas melódicas

voltejeando*** las hablas de la aldeã;
 no la noche de musgo y del suave

regazo de hierbas tíbias de una mozuela;

yo amo la noche de las ciudades.

 

Yo amo la noche que se embelesa

en su danza de luces mágicas,

y no se acuerda de los silencios

vegetales que roen los insectos;

yo amo la noche de los cristales

en la que apenas se oye si agita

el corazón sus alas, sus azules;

 

y no es la noche sin cantares
la que amo yo, la noche tácita

que habla en los bosques en voz baja,

o entra a las aldeas y mata.

Yo amo la noche sin estrellas

altas; la noche en que la brumosa

ciudad cruzada de cordajes,

me es una grande, dócil guitarra.

Allí donde dulcemente respira

un perfil cercano y distante

al que canto entre sus espejos,

sus sedas y sus presagios:

valle aromado, dátiles de seda;

cuando hay un rincón de silencio

como un jirón de terciopelo

para evocar esos locos viajes

esas partidas traspasadas

por el vaho tíbio de los caballos

que alzan sus belfos en el alba.

 

Yo amo la noche en el cansancio

del bullicio, de las voces, de los chirridos,

en pausa de remotas tempestades, en la dicha

asordinada, a la luz de las lámparas

que son como gavillas húmedas

de estrellas o cálidos recuerdos,
cuando todo el sol de los campos
vibra su luz en las palabras
y la vida vacila temblorosa y ávida
y desgarra su rosa de llamas y lágrimas.

 

 

 

POEMAS DEL SILENCIO (I)

 

Siento crecer el silencio en la estancia

y es cual si fueran cayendo, en mi torno,

invisibles ladrillos, idénticos.

Construcción que fantástica sube

cada instante y se hace más sólida.

 

De improviso mi voz salta y caen

derruídos los muros... mas, luego

la construcción nuevamente comienza.

El obrero no siente fatiga.
 Y los muros caídos de un golpe

nuevamente se alzan, me cercan.

 

Al fin un día se harán tan espesos

que para siempre estaré emparedado

entre muros de insomne silencio.

 

Sobre los prisioneros del cementerio, la muerte

amontona silencio; los muros

que los tienen tan lejos dei ruído

de la vida, se van ensanchando.

Son eternos, los muros monstruosos,
 muros de años, de lustros, de siglos.

 

 

 

 

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* Véase el poema «Lorenzo Jiménez»: «No busco la sombra/ sino que mis dias Ueno de labores./ Dura es la faena:/ sembrar las espigas,/ cantar las espigas.»

 

** Max Caparroja: protagonista de la baladeta que lleva su nombre, en la que Aurélio Arturo se aproxima a la «dulzura tan honda» vivida por Max Caparroja ai cruzar una vereda y robar a «la más linda».

 

*** Voltejeando: volteando, volviendo; de voltejear.

 

 

PALABRA

 

Nos rodea la palabra

la oímos

la tocamos

su aroma nos circunda

palabra que decimos

y modelamos con la mano

fina o tosca

y que

forjamos

con el fuego de la sangre

y la suavidad de la piel en nuestras amadas

palabra omnipresente

con nosotros desde el alba

o aun antes

en el agua oscura del sueno

o en la edad de la que apenas salvamos

retazos de recuerdos

de espantos

de terribles ternuras

que va con nosotros

monólogo mudo

                    diálogo

 

la que ofrecemos a nuestros amigos

la que acuñamos

para el amor la queja

la lisonja

moneda de sol

o de plata

o moneda falsa

en ella nos miramos

para saber quiénes somos

nuestro oficio

y raza

refleja

nuestro yo

nuestra tribu

profundo espejo

y cuando es alegría y angustia

y los vastos cielos y el verde follaje

y la tierra que canta

entonces ese vuelo de palabras

es la poesía

puede ser la poesía.

 

 

 

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TEXTOS EM PORTUGUÊS
Tradução de Antonio Miranda

 

AMO A NOITE

 

Não a noite que os ramos embalam
e balsâmica com odor das maçãs,
com o eflúvio da laranjeira em flor;
oh, não a noite campesina
de pele úmida e tíbia e sã;

não a note de Tirso Jiménez
que entoa canções de espigas;
não a noite de Max Caparroja,
no vale da estrela mais solitária
quando um vento mau sopra sobre as granjas
entre bandos de pombos moradias;
não a noite que lambe as lábias;

não a noite de brisa estendida,

folhas secas que nunca caem,
e o engano dos últimos ramos
ruminando um mar de distantes relâmpagos;
não a noite das águas melódicas
retornando as falas da aldeã;
não a noite do musgo e do sangue

regaço de ervas tíbias de uma moçoila;

eu amo a noite das cidades.


Eu amo a noite que embeleza

em sua dança de luzes mágicas,
e não se lembra dos silêncios
vegetais que os insetos devoram;
eu amo a noite dos cristais
em que apenas se ouve e agita

o coração suas asas, seus azuis;

e não é a noite sem cantares
aquela que eu amo, a noite tácita
que fala nos bosque em voz baixa,
ou entra em povoados e mata.
Eu amo a noite sem estrelas
altas; a noite em que a brumosa
cidade cruzada de cordames,
é-me um grande, dócil violão.

 

Lá onde docemente respira
um perfil próximo e distante
ao que canto entre seus espelhos,
suas sedas e seus presságios:
vale perfumado, dedos de seda;
quando há um rincão de silêncio
como um resto de veludo
para evocar essas loucas viagens
essas partidas trespassadas
pela exalação morna dos cavalos
que alçam seus beiços na alvorada.

Eu amo a noite no cansaço
do burburinho, das vozes, dos chiados,
em pausa de remotas tempestades, na dita
em surdina, à luz das lâmpadas
de estrelas ou cálidas lembranças,
quando o sol pleno dos campos
vibra sua luz nas palavras
e a vida vacila trêmula e ávida
e desgarra sua rosa de chamas e de lágrimas.

 

 

 

POEMAS DO SILÊNCIO  (I)

 

Sinto o silencio crescer na morada
e é como se fosse caindo, em meu redor,
invisíveis ladrilhos, idênticos.
Construção que fantástica sobe
a cada instante e se torna mais sólida.

De improviso salta minha voz e caem
desmoronados os muros... mas, logo
a construção começa uma vez mais.
O pedreiro não sente fatiga.
E os muros caídos de repente
novamente se alçam, me cercam.

Afinal um dia se tornarão tão espessos
que para sempre estarei emparedado
entre muros de insone silêncio.

 

Sobre os prisioneiros do cemitério, a morte
empilha silêncio; os muros
que os mantém tão longe do ruído
da vida, vão-se ampliando.
São eternos, os muros monstruosos,

muros de anos, de lustros, de séculos.

 

 

 

PALAVRA

 

Nós, rodeados pela palavra
que ouvimos
que tocamos
seu aroma nos envolve
palavra que dizemos
e modelamos com a mão
fina ou rude
e que forjamos
com o fogo do sangue
e a suavidade da pele de nossas amadas
palavra onipresente
conosco desde o alvorecer
ou mesmo antes
na água escura do sonho
ou na idade da que apenas salvamos
fragmentos de lembranças
de espantos
de terríveis ternuras
que são conosco
monólogo mudo
                    diálogo
que oferecemos aos nossos amigos
e que embalamos
para o amor a queixa
o elogio
moeda de sol
ou de prata
ou moeda falsa
nela nos miramos
para saber quem somos
nosso ofício
e raça
reflete
nosso eu
nossa tribo
espelho profundo
e quando é alegria e angústia
e os vastos céus e a verde folhagem
e a terra que canta
então esse voo de palavras
e a poesia
pode ser a poesia.

 


 

 

 

Página publicada em setembro de 2010; ampliada e republicada em dez. 2014

 

 

 

 

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