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   ÁLVARO MUTIS     Poeta, narrador y traductor, Álvaro  Mutis Jaramillo nació en Santafé de Bogotá en 1923, descendiente de españoles  que participaron de la colonización en Colombia desde el siglo XVIII. Hijo de  un diplomático, ha vivido en Bruselas en la infancia. Con la muerte prematura  de su padre, comienza a trabajar en su país de origen en una serie de variados  oficios, de locutor de radio a comentarista de televisión, y en diversas  empresas. Publica su primer libro de poemas, La balanza, en 1948, con el poeta  Carlos Patiño. Radicado en México y convivido con celebridades como Octavio  Paz, Carlos Fuentes y Juan Rulfo. Asistente de Buñuel en Nazarín.   Premio Nacional de las Letras  de Colombia, 1974; Premio Nacional de Poesía de Colombia, 1983, y otros premios  en su país, en México, en Italia, etc.     Nota del editor: en las dos  últimas visitas que hice a Madrid me correspondió el privilegio de hospedarme  en La Residencia  de los Estudiante, en Serrano, en que vivieron Unamuno, Lorca y otras grandes  figuras de las letras y las ciencias en España. Allí tienen lugar las Lecturas  de poesía por destacados nombres de las letras del mundo hispánico, en buena  hora recopiladas en caprichosas ediciones (con CD) . Una de ellas es la de  Álvaro Mutis, de donde elegimos los poemas de esta presentación.   A. M.      TEXTOS  EN ESPAÑOL /  TEXTOS EM PORTUGUÊS     DE LA   CIUDAD   ¿Quién ve la entrada de la  ciudad la sangre vertida por antiguos  guerreros? ¿Quién oye el golpe de las  armas y el chapoteo nocturno de las  bestias? ¿Quién guía la columna de humo  y dolor que dejan las batallas al caer  de la tarde? Ni el más miserable, ni el más  vicioso ni el más débil y olvidado de  los habitantes recuerda algo de esta  historia. Hoy, cuando al amanecer crece  en los parques el olor de los pinos recién  cortados,\ ese aroma resinoso y brillante como el recuerdo vago de una  hembra magnífica o como el dolor de una bestia  indefensa, hoy, la ciudad se entrega de  lleno a su niebla sucia y a sus ruidos  cotidianos. Y sin embargo el mito está  presente,\ subsiste en los rincones donde  los mendigos inventan una temblorosa cadena  de placer, en los altares que muerde la  polilla y cubre el polvo con manso y  terso olvido, en las puertas que se abren de  repente para mostrar al sol un  opulento torso de mujer que despierta entre  naranjos - blanda fruta muerta, aire  vano de alcoba -. En la paz del mediodía, en las  horas del alba, en los trenes soñolientos  cargados de animales que lloran la ausencia de sus  crías, allí está el mito perdido,  irrescatable, estéril.     ESTELA PARA ARTHUR RIMBAUD   Señor de las arenas recorres tus dominios y desde el mirador de la torre más alta parten tus órdenes que van a perderse en el sordo vacío del estuario. Señor de las armas ilusorias, hace tanto que el olvido trabaja tus poderes, que tu nombre, tu reino, la torre, el estuario, las arenas y las armas se borraron para siempre del gastado tapiz que las narraba. No agites más tus raídos estandartes. En la quietud, en el silencio, has de internarte abandonado a tus redes funerales.      COMO ESPADAS EN DESORDEN                               Mínimo homenaje                                    a Stéphane Mallarmé   Como espadas en desorden la luz recorre los campos. Islas de sombra se desvanecen e intentan, en vano,  sobrevivir más lejos. Allí, de nuevo, las alcanza el  fulgor del mediodía que ordena sus  huestes y establece sus dominios. El hombre nada sabe de estos  callados combates. Su vocación de penumbra, su  costumbre de olvido, sus hábitos, en fin, y sus  lacerías, le niegan el goce de esa  fiesta imprevista que sucede por caprichoso  designio de quienes, en lo alto, lanzan  los mudos dados cuya cifra jamás conoceremos. Los sabios, entretanto,  predican la conformidad. Sólo los dioses saben que esta  virtud incierta es otro vano intento de abolir  el azar.   Extraídos de MUTIS, Álvaro.  La voz de Álvaro Mutis. Madrid:  Publicaciones de la   Residencia de Estudiantes, 2001.  74 p. (Poesía en la Residencia, 5)  “Contiene CD. ISBN 84-95078-03-1     CADIZ                  Para María Paz y Manolo                                                              Despues de tanto tiempo, vastas edades, siglos, migraciones allí soiprendidas frente ai vocerío de las aguas sín limite y osculadas en su espera hasta confundirse con el polvo calcáreo, hasta no dejar otra huella que sus muertos vestidos con abigarrados ornamentos de orígen incierto, escarabajos egípcios, pomos con unguentos fenícios, armas de la Hélade, caronas etruscas,  después de todo esto y mucho más transfigurado en la substancia misma que el sol trabaja sin descanso después de tales cosas, la piedra ha venido a ser una presencia de albas porosidades, laberíntos  minúsculos, ruínas de minuciosa pequenez, de brevedad sin término, y así as paredes, los pátios, las murallas, los más secretos rincones, el aire mísmo en su labrada transparencia también horadado por el tiempo. a luz y sus  criaturas. Y llego a este lugar y sé que desde siempre ha sido el centro intocado del que manan mis suenos, la absorta savia de mis más secretos territórios, reinos que recorro, solitario destejador de sus mistérios, senor de Ia luz que los  devora, herencia sobre la cual los hombresno tienenni na más leve noticia,
 ni la menor parcela de dominio.
 Y en el patio donde iugaron mis abuelos,  con su pozo modesto y sus altos muros  labrados como madréporas sin edad,  en la casa de la calle de Capucbinos  me ha sido revelada de nuevo y para siempre  la oculta cifra de mi nombre,  el secreto de mi sangre, la voz de los míos.  Yo nombro ahora este puerto que el sol  y la sal edificaron para ganarle al tiempo  una extensa porción de sus comarcas  y digo Cádiz para poner en regia mi vigília  para que nada ni nadie intente en vano  desheredarme una vez más de lo que ha sido  "el reino que estaba para mí".      SONATA   Otra vez el tiempo te ha traído al cerco de mis sueños fanerales. Tu piel, cierta humedad salina, tus ojos asombrados de otros días, con tu voz han venido, con tu pelo. El tiempo, muchacha, que trabaja como loba que eiitierra a sus cachorros como óxido en las armas de caza, como alga en la quilla dei navio, como lengua que lame la sal de los  dormidos, como el aire que sube de Ias minas, como tren en la noche de los páramos. De su opaco trabajo nos nutrimos como pan de cristiano o rancia carne que se enjuta en la fiebre de los ghettos. A la sombra del tiempo, amiga mía, un agua mansa de acequia me devuelve lo que guardo de ti para ayudarme a llegar hasta el fín de cada día.      LETANÍA   Esta era  la letanía recitada por el Gaviero mientras se bañaba  en las  torrenteras del delta:   Agonia  de los oscuros  recoge  tus frutos.  Miedo de  los mayores  disuelve  la esperanza.  Ansia de  los débiles  mitiga  tus ramas.  Agua de  los muertos  mide tu  couce.  Campana  de las minas  modera  tus voces.  Orgullo  dei desço  olvida  tus donos.  Herencia  de los fuertes  rinde  tus armas.  Llanto  de las olvidadas  rescata  tus frutos.   Y así  seguía indefinidamente mientras el ruido de las aguas  ahogaba  su voz y la tarde refrescaba sus carnes laceradas por  los  ofícios más variados y escuros.     TEXTOS EM PORTUGUÊS Traducciones  de Antonio Miranda     Foto  de Álvaro Mutis extraída de: MORDZINSKI,  Daniel. A literatura na lente de Daniel Mordzinski. Textos de Adriana Lisboa e Victor Andresco. São Paulo: SESI-SP  editora, 2015. 412 p. ilus. col. ISBN 978-82075-604-2 Textos em português e  castelhano.  Ex. bibl. Antonio Miranda       DA CIDADE   Quem vê à entrada da cidade o sangue vertido por antigos  guerreiros? Quem ouve o golpe das armas e o chuvisco noturno das mulas? Quem guia a coluna de fumaça e dor que as batalhas deixam ao cair da  tarde? Nem o mais miserável, nem o mais  vicioso nem o mais débil e esquecido dos  habitantes recorda algo desta história. Hoje, quando o amanhecer cresce  nos parques o odor dos pinheiros recém  cortados, esse aroma resinoso e brilhante como a lembrança vaga da fêmea  magnífica ou como a dor de uma besta  indefesa, hoje, a cidade se entrega  inteiramente a sua névoa suja e a seus ruídos  cotidianos. E, no entanto o mito está  presente, subsiste nos cantos onde os  mendigos inventam uma trêmula cadeia de  prazer, nos altares que a traça corrói e cobre de pó com manso e terso olvido, nas portas que se abrem de repente para mostrar ao sol um opulento  torso de mulher que desperta entre  laranjeiras - branda fruta morta, ar vão de  alcova –. Na paz do meio-dia, nas horas do  alvorecer, nos trens sonolentos carregados de  animais que choram a ausência de suas  crias, ali está o mito perdido,  irresgatável, estéril.     ESTELA PARA ARTHUR RIMBAUD   Senhor das arenas recorres teus domínios e desde o mirante da mais alta torre partem tuas ordens que vão diluir-se no vazio surdo do estuário. Senhor das armas ilusórias, há tempos que o olvido trabalha teus poderes, que teu nome, teu reino, a torre, o estuário, as arenas e as armas se apagaram para sempre do já roto tapete que as narrava. Não agites mais teus corroídos estandartes. Na quietude, no silêncio, hás de penetrar abandonado as tramas funerais.      COMO ESPADAS EM DESORDEM                               Homenagem  mínima a Stéphane  Mallarmé   Como espadas em desordem a luz percorre os campos. Ilhas de sombras se desfazem e tentam, em vão, sobreviver mais  adiante. Ali, outra vez, as alcança o  fulgor do meio-dia que ordena suas hostes e estabelece seus domínios. O homem nada sabe dês calados  combates. Sua vocação de penumbra, seu  costume de olvido, seus hábitos, enfim, e suas indigências, negam o prazer dessa festa  imprevista que acontece por caprichoso  desígnio daqueles que, das alturas, lançam  os mudos dados cujo algarismo jamais  conheceremos.  Os sábios, no entanto, predicam a  conformidade. Apenas os deuses sabem que esta  virtude incerta é outro intento  em vão de abolir o   azar.    De ÁLVARO MUTIS
 POESÍAS
 Edição Bilingue
 Seleção e tradução de Geraldo Holanda Cavalcanti
 Rio de Janeiro: Editora Record, 2000
 ISBN 85-01-05405-4
 
 “A intensa realidade do mundo de Mutis é  apenas verbal mas assim não parece. Quando nos diz rio vemos o rio, quando nos  diz insetos ouvimos zumbir os insetos, mas no curso de seus poemas essas  realidades se sucedem e se contrariam com a arbitrariedade que só os sonhos  possuem ou o fluir da memória, por isso pode a magia alçar-se como um grito e  aparecer um enorme hangar à sua volta e em seguida cobrir o musgo suas paredes,  entre ferrugem de esquecidas criaturas, e um mundo em ruínas cercá-la de  pronto. São realidades musicais, misturas verbais, sequencias onde tudo o que  uma palavra contém ou sugere a seguinte, e não existem e não podem existir  antes do poema.”   WILLIAM OSPINA     CÁDIZ
 a Maria Paz e Manolo
   Depois de tanto tempo, vastas idades, séculos, migrações ali surpreendidas ante o vozerio das águas sem limite e assentadas em sua espera até confundir-se com o pó calcário, até não deixar outra marca além dos mortos vestidos com coloridos ornamentos de origem incerta, escaravelhos egípcios, vasos com unguentos fenícios, armas da Hélade, coroas etruscas, depois de tudo isso e muito mais transfigurado na própria substância que o sol trabalha sem descanso, depois de tais coisas, a pedra veio a ser uma presença de alvas porosidades, labirintos  minúsculos, ruínas de minuciosa pequenês, de brevidade sem fim, e assim as paredes, os pátios, as muralhas, os mais secretos cantos, o ar mesmo em sua lavrada transparência também perfurado pelo tempo, a luz e suas criaturas. E chego a este lugar e sei que desde sempre foi o centro intocado de onde emanam meus sonhos, a absorta seiva de meus mais secretos territórios, reinos que percorro, solitário destecedor de seus mistérios, senhor da luz que os  devora herança sobre a qual os homens não têm a mais leve notícia,  nem a menor parcela de domínio.  E no pátio onde brincaram meus avós,  com seu poço modesto e seus altos muros  lavrados como madréporas sem idade,  na casa da rua dos Capuchinhos  e foi revelada de novo e para sempre  a oculta chave de meu nome,  o segredo de meu sangue, a voz dos meus.  Nomeio agora este porto que o sol  e o sal edificaram para ganhar do tempo  uma extensa porção de suas comarcas  e digo Cádiz para pôr em ordem minha vigília  para que nada e ninguém intente em vão  deserdar-me outra vez do que foi sempre  "o reino que me estava  destinado".     SONATA   Outra vez mais  te trouxe a mão do tempo  ao círculo de  meus funéreos sonhos.  Tua pele, certa  umidade salina,  teus olhos  assombrados de outros dias,  vieram com tua  voz, com teu cabelo.  O tempo, menina,  que trabalha  como loba que  enterra sua ninhada,  como ferrugem  nas armas de caça,  como sargaço na  quilha do navio,  como língua que  lambe o sal do sono,  como o ar que se  escapa das minas,  como trem na  escuridão dos ermos.  Do seu trabalho  opaco nos nutrimos  como pão ázimo  ou rançosa carne  secada à febre  de todos os guetos.  Sob a sombra do  tempo, amiga minha,  uma água mansa  de açude me devolve  o que guardo de  ti para ajudar-me  a chegar ao  final de cada dia.     LADAINHA   Esta era  a ladainha que recitava El Gaviero enquanto se banhava nas águas do delta:
   Agonia  dos humildes  recolhe  os teus frutos.  Temor  dos ancestres  dissolve  a esperança.  Ânsia  dos fracos  arrefece  os teus remos.  Água dos  mortos  regula o  teu leito.  Campana  das minas  modera  tuas vozes.  Orgulho  do desejo  esquece  os teus dons.  Herança  dos fortes  entrega  tuas armas.  Pranto  das esquecidas  resgata  os teus frutos.   E assim  continuava, indefinidamente, enquanto o barulho das   águas  afogava sua voz e a tarde refrescava suas carnes laceradas pelos  mais escusos e variados labores.     Página ampliada e republicada em janeiro de 2009              |