JOSÉ EDUARDO GUERRA
Poeta, narrador y ensayista boliviano, nacido en La Paz en 1893 y fallecido en Antofagasta (Chile) en 1943. Autor de una reveladora y deslumbrante producción poética que parte de la plena asimilación del Modernismo para indagar, con sorprendente lucidez, en los primeros vagidos de la Vanguardia, está considerado como una de las voces más relevantes de la lírica boliviana de la primera mitad del siglo XX.
Poeta, narrador y ensayista boliviano, nacido en La Paz en 1893 y fallecido en Antofagasta (Chile) en 1943. Autor de una reveladora y deslumbrante producción poética que parte de la plena asimilación del Modernismo para indagar, con sorprendente lucidez, en los primeros vagidos de la Vanguardia, está considerado como una de las voces más relevantes de la lírica boliviana de la primera mitad del siglo XX.
Inclinado hacia el cultivo de la creación literaria desde muy temprana edad, a mediados de la segunda década del siglo XX irrumpió, con apenas veintidós años, en el panorama literario hispanoamericano por medio de la publicación en Chile de su primera colección de versos, presentada bajo el título de Del fondo del silencio (Santiago de Chile: Imprenta Universitaria, 1915). Todavía hacía furor, por aquel tiempo, en el subcontinente americano la impresionante estela del Modernismo iniciada mucho años atrás por Rubén Darío, y el joven poeta de La Paz vino a mostrar con esta opera prima la buena salud de que seguía gozando esta anchurosa corriente estética en el ámbito de las Letras bolivianas. Quedó encuadrado así por críticos y lectores -que celebraron con unanimidad y entusiasmo este primer poemario de José Eduardo Guerra- entre los jóvenes autores que continuaban extendiendo la estela modernista, aunque no faltaron agudos observadores de sus versos que acertaron a vislumbrar una honda preocupación intimista -presente, desde luego, en la última etapa del mejor Rubén- que anunciaba temas más graves que los tratados habitualmente por el Modernismo, como el destino trágico del hombre (condenado desde que nace a desaparecer) y los condicionantes que impone en su vida esta naturaleza finita.
FUENTE (vea el texto completo em): Texto extraído de www.mcnbiografias.com
NOCTURNO
Se proyectó mi sombra,
desmesurada y negra, en el camino...
Un cielo sin estrelas,
desoladoramente lívido,
como el tumbado de uma cripta
limitar parecía el infinito.
Detrás de mí, la luna
— deforme, opaca — sobre el filo
de las montañas áridas surgia
como un inmenso cirio
que velara cadáveres de ciclopes
en un cósmico sueño empedernidos
y amortajados por el hielo eterno
que ignora el beso del estío...
Y yo seguí a mi sombra
sobre la arena del camino.
De pronto ví que, poco a poco,
con un alongamento indefinido,
se prolongaba y se perdía
en la remota vaguedad de un limbo...
y ví después que se estrechaba,
que cada vez más imprecisos
se iban tornando sus contornos...
luego,
por indecible horror sobrecogido
advertí que ya nada
quedaba de mi sombra en el camino...
***
A mis plantas el páramo
sentí que vacilaba.
Un frío
de ultratumba colóse hasta mis huesos
perforando mi carne.
Con el ritmo
del cerebro detuvo
mi corazón en trance sus latidos.
De la raíz de mis cabellos
un sudor repentino
resbaló por mi cuerpo...
y en mis ojos
encendióse la llama del delirio...
Detrás de mí, l aluna
— deforme, opaca — sobre el filo
de las montañas áridas
paralizó su curso en el vacío,
y ni un ser, ni una planta, ni un guijarro
proyectaba su sombra en el camino.
Entonces bajo el peso de la angustia
que aguzaba mis nervios en martirio,
comprendí que aquel ser que caminaba
sin camino y sin luz, no era yo mismo
sino mi propia sombra en el futuro
de viaje por la estepa del olvido...
Y al sentir como ríspida cadena
detenerme el terror en el camino
de mi garganta estrangulada
por la congoja inenarrable, un grito
brotó con estertores de agonía...
Y de las fauces del abismo,
rasgando el desconsuelo del silencio,
el eco con un lúgubre alarido
me devolvió una voz que no era mía...
TEXTO EM PORTUGUÊS
Tradução: Antonio Miranda
NOTURNO
Minha sombra projetou-se,
descomedida e negra, pelo caminho...
Um céu sem estrelas,
desoladoramente lívido,
como o tombado de uma cripta
parecia limitar o infinito.
Por trás de mim, a lua
— deformada, opaca — sobre o fio
das montanhas áridas surgia
como um imenso círio
que velara cadáveres de ciclopes
em um cósmico sonho incorrigível
e amortalhados pelo gelo eterno
que ignora o beijo do estio...
E eu segui a minha sombra
pela areia do caminho.
De repente vi, pouco a pouco,
com um alongamento indefinido,
prolongar-se e se perdia
na remota ambiguidade de um limbo...
e logo vi que se estreitava,
que cada vez mais imprecisos
iam-se tornando seus contornos...
depois,
por indizível horror sobressaltado
percebi que já nada
restava de minha sombra no caminho...
***
Sob meus pés o páramo
senti que estremecia.
Um frio
de além-túmulo penetrou até meus ossos
perfurando minha carne.
Com o ritmo
do cérebro estancou
meu coração em transe de batidas.
Da raiz de meus cabelos
um suor repentino
resvalou pelo meu corpo...
e em meus olhos
acendeu-se a chama do delírio...
Por detrás de mim, a lua
— deformada, opaca — sobre o fio
das montanhas áridas
paralisou seu curso no vazio,
e nem um ser, nenhuma planta, nenhum seixo
projetava sua sombra no caminho.
Então sob o peso da angústia
que aguçava meus nervos no martírio,
compreendi que aquele ser que caminhava
sem caminho e sem luz, não era eu mesmo
senão minha própria sombra no futuro
viajando pele estepe do olvido...
E ao sentir como uma corrente ríspida
deter-me o terror pelo caminho
de minha garganta estrangulada
pelo desespero indescritível, um grito
brotou com estertores de agonia.
E das fauces do abismo,
rasgando o desconsolo do silêncio,
o eco com um lúgubre alarido
devolveu-me uma voz que não era a minha...
Página publicada em julho de 2016
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