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Sobre Antonio Miranda
 
 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

MARIO SAMPAOLESI

 

Mario Sampaolesi nació el 16 de junio de 1955 en Buenos Aires. Entre los años 1989 y 1991 residió en París, Francia. Desde el año 1993 dirige la revista de poesía Barataría.

          Ha publicado los siguientes libros de poesía: Cielo Primitivo (1981) - SADE; La Belleza de lo Lejano (1986) Ed. Amaru; La Lluvia sin Sombra (1992) - Ed. La Guillotina; El Honor es Mío (1992) - Ed Vinciguerra; Puntos de Colapso (1999) - Ed. del Dock; Miniaturas Eróticas (2003) – Alción Editora.

Desde el año 2003 dirige el Taller de Poesía de la Biblioteca Nacional.                 

          Entre las distinciones más importantes con las cuales ha sido reconocida su obra, figuran: - Primer premio Nuevas Promociones Literarias,  Sociedad Argentina de Escritores (1981). Subsidio a la Creación Literaria, Fundación Antorchas (1991). Beca Fondo Nacional de las Artes, 2001, categoría Creación, Poesía.- Subsidio Fondo de las Artes de la Ciudad de Buenos Aires — años 2004 y 2006.

 

 

TEXTOS EN ESPAÑOL – TEXTOS EM PORTUGUÊS

 

 

SAMPAOLESI, Mario.  A la hora del té. Poema escénico.  Buenos Aires: Barataria, 2007.  76 p.  14x20 cm.  ISBN 978-987-20481-4-3 

Ante el espejo, comprobación de un desgaste del cuerpo:
ella se mima con los surcos provocantes del sufrir: lumínicos

ademanes con reminiscencias de expulsión, de masturbación,
de orgasmo.

 

El amor la vuelve íntima con el dolor.

 

Esta autoflagelación es será, tal vez, la paradoja de una
propuesta vital: persecuciones, corredores húmedos de niebla,

de vidrios, de murmuraciones.

 

*

Ella grita que lo ama; que jamás ha amado así.

 

Pero no, porque no puede.

Debe preparar la cena, planchar la ropa,

dar agua a las plantas, hacer las camas...

 

Ella lo besa, y mientras lo besa murmura
que sí, que lo ama, que lo amará siempre.

 

Pero no, porque no puede.

Debe ir al banco, retirar dinero, pagar las

facturas, comprar el alimento balanceado
para el gato.

 

*

 

Ella no es ese fulgor castrado, esa imperceptible luz
en suspensión, mutilada.

(Las heridas del amor duelen, martirizan, son sin fondo:
 cicatrizan sólo al rojo.)

 

Amordazada, viciada por las mordeduras de esa pasión
que la envuelven como un acorde remoto, ofrenda
a la angustia su maquillaje: breves mutaciones que,
tal vez, la salven de la catástrofe.

 

 

La idea de pecado corroe y pudre los frutos de los árboles,
sin importar si éstos pertenecieron o no al paraíso.

Pozos, resurrecciones, cadáveres, presentan su hueco
de mordedura: la destrucción de toda posible claridad
conforma una tierra donde no entra la lluvia: eso es
lo que estalla, lo que provoca la tentativa de una nueva
crucifixión.

 

El viento modifica la forma de los árboles, interviene
en el diseño de las nubes, vuelve visible el movimiento
del agua: la profundidad está en el fondo, en el sentido
de no pérdida de la pérdida.

 

 

TEXTOS EM PORTUGUÊS
Traducción: Antonio Miranda

 

Diante do espelho, comprovação de um desgaste do corpo:
ela se mima com os sulcos provocadores do sofrer:
luminosos acenos com reminiscências de expulsão, de
masturbação, de orgasmo.

O amor torna-a íntima da dor.

Esta autoflagelação é será, talvez, o paradoxo de uma
proposta vital: perseguições, corredores úmidos de névoa,
de vidros, de murmurações.

*

Ela brada que o ama; que jamais amou assim.

 

Mas não, porque não pode.
Deve preparar o jantar, passar a roupa a ferro,
regar as plantas, arrumar as camas...

 

Ela o beija, e enquanto beija murmura
que sim, que o ama, que o amará sempre.

 

Mas não, porque não pode.

Precisa ir ao banco, fazer um saque, pagar as
faturas, comprar o alimento balanceado
para o gato.

 

*

 

Ela não é esse fulgor castrado, essa imperceptível luz
em suspensão, mutilada.

(As feridas do amor doem, martirizam,
são sem fundo: cicatrizam apenas no vermelho.)

 

Amordaçada, viciada pela mordidas dessa paixão
que a envolvem como um acorde remoto, oferta
à angústia sua maquiagem: breves mutações que,
talvez, salvem-na da catástrofe.

 

*

 

        A ideia de pecado corrói e apodrece os frutos das árvores,
          sem importar eles pertenceram ou não ao paraíso.
          Poços, ressurreições, cadáveres, apresentam um oco
          de mordida: a destruição de toda possível claridade
          conforma uma terra onde a chuva entra: isso é
          o que estala, o que provoca a tentativa de uma nova
          crucifixão.


          O vento modifica a forma das árvores, intervém
          no desenho das nuvens, torna visível o movimento
          da água: a profundidade está no fundo, no sentido
          de não perda da perda.

 

         

Página publicada em agosto de 2015.


 

 

 
 
 
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