CARLOS CUCCARO 
                        
                        
                      Nació en  Azul, Provincia de Buenos Aires, el 8 de Julio de 1968. Estudió en la Escuela  Nacional  de Bellas Artes «Luciano Fortabat». Muy joven abandonó la  plástica para dedicarse a la literatura. Desde 1989, publica en diversos medios  gráficos de todo el país. Es autor de los siguientes libros de poemas:  «ULTRASENDEROS» (1993), «LIBRO DE BABILONIA» (1996), «LOS LATIDOS OSCUROS DEL  SILENCIO» ( Ed. La Luna Que, 2001) y «BLUES»  (Ed. Callvú Leouvú, 2007),  además del inédito «LUCIFLOR O LA SANGRE». 
                        
                      Editó también la plaqueta  «LOS SUBURBIOS DEL FUEGO» (1998) y parte de su obra integra las    antologías «POETAS ARGENTINOS DEL INTERIOR» (Ed. Tráfico Cultural, 1994) y  «POESIA HACIA EL NUEVO MILENIO» (Ed. La Luna Que, 2000).  
                      Fue premiado por la  Sociedad Argentina de Escritores (S.A.D.E.),  la Municipalidad de Luján de  Cuyo (Mendoza),  los Municipios bonaerenses de Ramallo, Las Flores y  Tapalqué,  el Círculo Literario Bartolomé Mitre, y la Agrupación VXA,  entre otras instituciones y centros culturales.  
                        
                        
                      TEXTOS EN ESPAÑOL  /  TEXTOS EM PORTUGUÊS 
                         
                       
                      De “BLUES” 
                       ED.“CALLVU  LEOVU” 
                      (2007) 
                        
                        
                      Es la hora  
                      en  
                      que los espejismos  
                      están  
                      cerca.  
                        
                      Todo  
                      se convierte  
                      en tiempo  
                      y  
                      alguien oye  
                      una roja plegaria  
                      parecida  
                      al naufragio  
                      y a la muerte.  
                        
                      Escribo  
                      como si soñara  
                      con la sangre,  
                      con la hiel,  
                      con la memoria.  
                        
                      Dios  
                      es   
                      una máscara ardiendo   
                      en  
                      la penumbra.  
                        
                      Dios  
                      es   
                      una inmensa torre  
                      de silencio.  
                        
                        
                        
                      Noche infinita.  
                        
                      Así   
                      es el territorio  
                      donde  
                      se prolonga  
                      la batalla.  
                        
                      El ser, lleno de seres,   
                      flotando  
                      en la fosforencencia  
                      del refugio.  
                        
                      Ensayando,  
                      por fin,  
                      la  
                      verdadera comprensión  
                      del   
                      universo.  
                        
                         
                      ¿Qué hacer  
                      con  
                      la inmensidad  
                      si estamos  
                      acechando   
                      el lentísimo juego  
                      de lo vano?  
                        
                      Cuando  
                      los secretos  
                      nos lastimen  
                      los labios,  
                      entenderemos  
                      que nada  
                      tiene  
                      nombre.  
                        
                      Y que los tormentos  
                      más ardientes  
                      son   
                      un estéril resplandor  
                      donde  
                      los abismos  
                      se transforman.  
                        
                         
                      Esta desértica avenida  
                      de  
                      los sueños  
                      ya  
                      soñados  
                      es atroz  
                      e interminable.  
                        
                      Este   
                      camino  
                      hacia el fondo  
                      de la sombra  
                      se torna  
                      fuego  
                      y espejismo.  
                        
                      Ardua  
                      es la batalla  
                      que no cesa.  
                        
                      Larga es la forma  
                      de  
                      todo  
                      lo que invade  
                      la distancia.  
                        
                         
                      Ya  
                      no hay pájaros  
                      en   
                      este espacio clandestino.  
                        
                      Se han cerrado  
                      todas   
                      las ventanas.  
                        
                      El diablo  
                      duerme  
                      bajo  
                      las estrellas frías,  
                      en  
                      un inmemorial simulacro  
                      que nadie  
                      reconoce  
                      ni presiente.  
                        
                                                        
                        
                      --------------------------------------------------------------------------------------------------------------------  
                      TEXTOS EM PORTUGUÊS 
                      Tradução de Antonio Miranda  
                        
                        
                      De “BLUES” 
                       ED.“CALLVU  LEOVU” 
                      (2007) 
                        
                        
                      É a hora 
                      em 
                      que os espelhismos 
                      estão 
                      perto. 
                        
                      Tudo  
                      se converte 
                      em tempo 
                      e 
                      alguém ouve 
                      uma prece rubra 
                      parecida 
                      ao naufrágio 
                      e à morte. 
                        
                      Escrevo 
                      como se sonhasse 
                      com o sangue, 
                      com o fel, 
                      com a memória. 
                        
                      Deus 
                      é 
                      uma máscara ardendo 
                      na 
                      penumbra. 
                        
                      Deus 
                      é 
                      uma imensa torre 
                      de silêncio. 
                        
                        
                      Noite infinita.  
                        
                      Assim 
                      é o territorio 
                      onde 
                      se prolonga 
                      a batalha.  
                        
                      O ser, pleno de seres, 
                      flutuando 
                      na fosforescencia 
                      do refúgio. 
                        
                      Ensaiando, 
                      afinal, 
                      a verdadeira compreensão 
                      do 
                      universo. 
                        
                        
                      Que fazer  
                      com 
                      a imensidão 
                      se estamos 
                      espiando 
                      o lentíssimo jogo 
                      do que é vão? 
                        
                      Quando 
                      os segredos 
                      nos lastimem 
                      os lábios, 
                      entenderemos 
                      que nada 
                      tem 
                      nome. 
                        
                      E que os tormentos 
                      mais ardentes 
                      são 
                      um estéril esplendor 
                      onde 
                      os abismos 
                      se transformam. 
                        
                        
                      Esta desértica avenida 
                      dos  
                      sonhos 
                      já sonhados 
                      é atroz 
                      e interminável.  
                        
                      Este 
                      caminho 
                      até o fundo  
                      da sombra 
                      se torna 
                      fogo  
                      e espelhismo. 
                        
                      Árdua 
                      é a batalha 
                      que não cessa. 
                        
                      Longa é a forma 
                      de 
                      tudo 
                      o que invade 
                      a distância. 
                        
                        
                      Já  
                      não tem pássaros 
                      neste 
                      espaço clandestino. 
                        
                      Fecharam 
                      todas 
                      as janelas. 
                        
                      O diabo 
                      dorme 
                      sob  
                      as estrelas frias, 
                      em  
                      um imemorial simulacro 
                      que ninguém 
                      reconhece 
                      nem pressente. 
                        
                        
                        
                      Página  publicada em novembro de 2007, indicação de Rolando Revagliatti. 
                       
                  
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