| POESÍA  ESPAÑOLACoordinación  de AURORA CUEVAS CERVERÓ
 Universidad Complutense de Madrid
   ÁNGELA FIGUERA (1902-1984)   Ángela Figuera (Bilbao, 30 de octubre de 1902 - Madrid, 2 de abril de 1984), fue una escritora  española, considerada una de las principales figuras de la denominada poesía desarraigada de la Primera Generación de Postguerraespañola. Muchas de las personas que han estudiado su obra hablan de su función de  bisagra dado que su obra ha conmovido conciencias de diferente signo desde sus  primeros poemas. Fue vasca en Madrid y madrileña en el País Vasco. Pero sobre  todo fue viajera vocacional y ciudadana del mundo, internacionalista, abierta a  un humanismo y existencialismo que acogía a todos los pueblos por igual.
   TEXTOS  EN ESPAÑOL  -   TEXTOS EM PORTUGUÊS   MUJERES DEL MERCADO          Son  de cal y salmuera. Viejas ya desde siempre. Armadura oxidada con relleno de escombros.
 Tienen duros los ojos como fría cellisca.
 Los cabellos marchitos como hierba pisada.
 Y un vinagre maligno les recorre las venas.
 Van temprano a la compra. Huronean los puestos.
 Casi escarban. Eligen los tomates chafados.
 Las naranjas mohosas. Maceradas verduras
 que ya huelen a estiércol. Compran sangre cocida
 en cilindros oscuros como quesos de lodo
 y esos bofes* que muestran, sonrosados y túmidos,
 una oscura apariencia.
 Al  pagar, un suspiro les separa los labios
 explorando morosas en el vientre mugriento
 de un enorme y raído monedero sin asas,
 con un miedo feroz a topar de improviso
 en su fondo la última cochambrosa moneda.
          Siempre llevan un hijo, todo greñas y  mocos,que les cuelga y arrastra de la falda pringosa
 chupeteando una monda de manzana o de plátano.
 Lo manejan a gritos, a empellones. Se alejan
 maltratando el esparto de la sucia alpargata.
 Van  a un patio con moscas, con chiquillos y perros.
 Con vecinas que riñen. A un fogón pestilente.
 A un barreño de ropa por lavar. A un marido
 con olor a aguardiente y a sudor y a colilla.
 Que mastica en silencio. Que blasfema y escupe.
 Que tal vez por la noche, en la fétida alcoba,
 sin caricias ni halagos, con brutal impaciencia
 de animal instintivo, les castigue la entraña
 con el peso agobiante de otro mísero fruto.
 Otro largo cansancio.
 Oh,  no. Yo no pretendo pedir explicaciones.
 Pero hay cielo tan puros. Existe la beleza.
                                       (De El grito inútil, 1952)   LIBERTAD           Crecieron así seres de manos atadas Empédocles
 A  tiros nos dijeron: cruz y raya. En cruz estamos. Raya. Tachadura.
 Borrón y cárcel nueva. Punto en boca.
 Si  observas la conducta conveniente,
 podrás decir palabras permitidas:
 invierno, luz, hispanidad, sombrero.
 (Si se te cae la lengua de vergüenza,
 te cuelgas un cartel que diga «mudo»,
 tiendes la mano y juntas calderilla.)
 Si  calzas los zapatos según norma,
 también podrás cruzar a la otra acera
 buscando el sol o un techo que te abrigue.
 Pagando  tus impuestos puntualmente,
 podrás ir al taller o a la oficina,
 quemarte las pestañas y las uñas,
 partirte el pecho y alcanzar la gloria.
 También  tendrás honestas diversiones.
 El paso de un entierro, una película
 de las debidamente autorizadas,
 fútbol del bueno, un vaso de cerveza,
 bonitas emisiones en la radio
 y misa por la tarde los domingos.
 Pero  no pienses «libertad», no digas,
 no escribas «libertad», nunca consientas
 que se te asome al blanco de los ojos,
 ni exhale su olorcillo por tus ropas,
 ni se te prenda a un rizo del cabello.
 Y,  sobre todo, amigo, al acostarte,
 no escondas «libertad» bajo tu almohada
 por ver si sueñas con mejores días.
 No sea que una noche te incorpores
 sonambulando —libertad—, y olvides
 y salgas a gritarla por las calles,
 descerrajando puertas y ventanas,
 matando los serenos y los gatos,
 rompendo los faroles y las fuentes,
 y el sueño de los justos, porque entonces,
 punto final, Hermano, y Dios te ayude.
                    (De Belleza cruel, 1958)        TEXTOS  EM PORTUGUÊSTradução de ANTONIO  MIRANDA
     MULHERES DO MERCADO          São  de cal y salmoura. Velhas desde sempre. Armadura oxidada com recheio de escombros.
 Têm os olhos duros como frio granizo.
 Os cabelos murchos como erva pisoteada.
 E um vinagre maligno percorre as veias.
 Vão cedo para as compras. Espreitam os postos.
 Quase arranham. Elegem os tomates amassados.
 As laranjas bolorentas. Maceradas verduras
 que já cheiram como esterco. Compram sangue cozido
 em cilindros escuros como queijos de lodo
 e esses pulmões que mostram, corados e túmidos,
 uma escura aparência.
 Ao  pagar, um suspiro separa seus lábios
 explorando tediosas no ventre imundo
 de um enorme e puída carteira sem asas,
 com um medo feroz a topar de improviso
 no seu fundo a última suja moeda.
 Sempre carregam um filho, todo  despenteado e viscoso,
 dependurado e arrasta pela saia pegajosa
 chupetando um bocado de maçã ou de banana.
 E manejam aos gritos, aos empurrões. Se afastam
 maltratando o esparto da alpargata suja.
 Vão  a um pátio com moscas, com crianças e cães.
 Com vizinhas que brigam. A um fogão pestilento.
 A uma bacia de roupa por lavar. A um marido
 com cheiro de aguardente e suor e a cigarro.
 Que mastiga em silêncio. Que blasfema e cospe.
 Que tal vez pela noite, na fétida alcova,
 sem carícias nem elogios, com brutal impaciência
 de animal instintivo, castigue-as a entranha
 com o peso opressivo de outro mísero fruto.
 Outro longo cansaço.
 Oh,  não. Eu não pretendo pedir explicações.
 Mas existem céus tão puros. Existe a beleza.
                                       (De El grito inútil, 1952)   LIBERDADE           Cresceram assim seres de mâos atadas Empédocles
 Com  tiros nos disseram: cruz e linha. Na cruz estamos. Linha. Rasura.
 Borrão e cárcere novo. Ponto na boca.
 Se  observas a conduta conveniente,
 poderás dizer palavras permitidas:
 inverno, luz, hispanidade, chapéu.
 (Se tua língua cai de vergonha,
 dependuras um cartazz que diga «mudo»,
 estendes a mão e juntas moedas.)
 Se  calças os sapatos conforme a norma,
 também poderás cruzar à outra calçada
 buscando o sol ou um teto que te abrigue.
 Pagando  teus impuestos pontualmente,
 poderás ir à loja ou ao escritório,
 queimar as pestanas e as unhas,
 romper o peito e alcançar a glória.
 Também  terás honestas diversões.
 A passagem de um enterro, um filme
 dentre as devidamente autorizadas,
 futebol do melhor, um copo de de cerveja,
 bonitas transmissões de rádio
 e missa pela tarde aos domingos.
 Mas  não penses «liberdade», não digas,
 não escrevas «liberdade», nunca consintas
 que se aproxime ao branco dos olhos,
 nem exale seu cheirinho pelas roupas,
 nem prenda a um cacho do cabelo.
 E,  sobretudo, amigo, ao deitar-se,
 não escondas «liberdade» debaixo da almofada
 por ver se sonhas com melhores dias.
 Não seja que uma noite te incorpores
 sonâmbulando —liberdade—, e esqueças
 e saias a gritar pelas ruas,
 abrindo portas e janelas,
 matando os vigilante e os gatos,
 rompendo os faróis e as fontes,
 e o sonho dos justos, porque então,
 ponto final, Imão, y que Dios te salve.
                    (De Belleza cruel, 1958)   Página  publicada em dezembro de 2018 
 |