|   
     EMILIO BALLAGAS  (1908-1954)   Poeta cubano, nació en Camagüey y murió en La Habana. Comenzó a  escribir según las formas y el gusto de la poesía pura y pronto derivó hacia  los temas de la poesía negra hasta convertirse, junto con Nicolás Guillén y  Luis Palés Matos, en uno de los adalides de este género. Sin embargo, sus  versos carecen de la intención social de otros autores y su posición es más  bien de una complacencia estética en la vida y las maneras del mundo negro. Sus  libros de poesía son, entre otros: Júbilo  y fuga (1931), Cuaderno de poesía  negra (1934), Sabor eterno (1939), Nuestra Señora del Mar (1943). Como ensayista publicó Pasión y muerte del futurismo (1935).   Fuente: http://www.biografiasyvidas.com/biografia/b/ballagas.htm     Por que tão grande poeta como Emilio  Ballagas não alcançou o reconhecimento universal que merece? Este humilde  professor do interior cultivou quase todas as correntes e linhas poéticas que  tiveram vigência em Cuba no século XX. Seu Cuaderno de poesía  negra (1934) é um dos melhores do  "negrismo" antilhano. Adepto da "poesia pura" escreve Júbilo y fuga (1931); e é o seu melhor livro Sabor eterno (1939)  que o situa entre o melhor da poesia hispano-americana, principalmente por suas  formidáveis elegias. Ballagas é um poeta essencialmente sensorial, a ponto de  que a emotividade neo-romântica por ele manifesta seja perrneada por sensações.  Ao final de sua vida, derivou para a poesia religiosa, visível em Cielo en rehenes (1951),  mas sobretudo em Nuestra   Señora del Mar (1943).  VIRGILIO LÓPEZ  LEMUS     TEXTO EN  ESPAÑOL / TEXTO EM PORTUGUÊS     POEMA IMPACIENTE    ¿Y si llegaras tarde,  cuando mi boca tenga  sabor seco a cenizas,  a tierras amargas?    ¿Y si llegaras cuando  la tierra removida y oscura  (ciega) muerta, llueva sobre mis ojos,  y desterrado de la luz del  mundo  te busque en la luz mía,  en la luz interior que yo  creyera  tener fluyendo en mí?  (Cuando tal vez descubra  que nunca tuve luz  y marche a tientas dentro  de mí mismo, como un ciego que tropieza  a cada paso  con recuerdos que hieren  como cardos.)    ¿Y si llegaras cuando ya el  hastío  ata y venda las manos;  cuando no pueda abrir los  brazos  y cerrarlos después como  las valvas  de una concha amorosa que  defiende  su misterio, su carne, su  secreto; cuando no pueda oír abrirse  la rosa de tu beso ni  tocarla  (tacto mío marchito entre  la hierba yerta)  ni sentir que me nace otro  perfume  que le responda al tuyo)  ni enseñar a tus rosas  el color de mis rosas?    ¿Y si llegaras tarde,  y encontraras (tan sólo)  las cenizas heladas de la  espera?                                  (De: Sabor eterno, 1939)    NOCTURNO  Y ELEGIA    Si pregunta por mí, traza en el suelo  una cruz de silencio y de ceniza  sobre el impuro nombre que padezco.  Si pregunta por mí, di que me he muerto  y que me pudro bajo las hormigas.  Dile que soy la rama de un naranjo,  la sencilla veleta de una torre.    No le digas que lloro todavía  acariciando el hueco de su ausencia  donde su ciega estatua quedó impresa  siempre al acecho de que el cuerpo vuelva. La carne es un laurel que canta y sufre  y yo en vano esperé bajo su sombra.  Ya es tarde. Soy un mudo pececillo.   Si pregunta por mi dale estos ojos,  estas grises palabras, estos dedos;  y la gota de sangre en el pañuelo.  Dile que me he perdido, que me he vuelto  una oscura perdiz, un falso anillo  a una orilla de juncos olvidados:  dile que voy del azafrán al lirio.    Dile que quise perpetuar sus labios, habitar el palacio de su frente.  Navegar una noche en sus cabellos.  Aprender el color de sus pupilas  y apagarse en su pecho suavemente, nocturnamente hundido, aletargado  en un rumor de venas y sordina.    Ahora no puedo ver aunque suplique  
                  el cuerpo  que vestí de mi cariño.  Me he  vuelto una rosada caracola,  me quedé  fijo, roto, desprendido.  Y si  dudáis de mí creed al viento, mirad al  norte, preguntad al cielo.   Y os dirán  si aún espero, o si anochezco.  iAh! Si  pregunta dile lo que sabes. De mí  hablarán un día los olivos  cuando yo  sea el ajo de la luna,  impar  sobre la frente de la noche, adivinando  conchas de la arena, el ruiseñor  suspenso de un lucero  y el  hipnótico amor de las mareas. Es verdad  que estoy triste, pero tengo  sembrada  una sonrisa en el tomillo, otra  sonrisa la escondí en Saturno y me he  perdido la otra no sé dónde. Mejor será  que espere a medianoche al extraviado  olor de los jazmines,  y a la  vigilia del tejado, fría.   No me  recuerdes su entregada sangre ni que yo  puse espinas y gusanos a morder  su amistad de nube y brisa. No soy el  ogro que escupió en su agua ni el que  un cansado amor paga en monedas. iNo soy el  que frecuenta aquella casa  presidida  por una sanguijuela!    (Allí se  va con un ramo de lirios a que lo  estruje un ángel de alas turbias.) No soy el  que traiciona a las palomas, a los  niños, a las constelaciones ... Soy una  verde voz desamparada que su  inocencia busca y solicita con dulce  silbo de pastor herido.   Soy un  árbol, la punta de una aguja, un alto  gesto ecuestre en equilibrio; la  golondrina en cruz, el aceitado vuelo de  un búho, el susto de una ardilla. Soy todo,  menos eso que dibuja un índice  con cieno en las paredes de los  burdeles y los cementerios.    Todo,  menos aquello que se oculta bajo una  seca máscara de esparto. Todo,  menos la carne que procura voluptuosos  anillos de serpiente ciñendo en  espiral viscosa y lenta. Soy lo que  me destines, lo que inventes para  enterrar mi llanto en la neblina.   Si  pregunta por mí, dile que habito en la hoja  del acanto y en la acacia. O dile, si  prefieres, que me he muerto. Dale el  suspiro mío, mi pañuelo; mi  fantasma en la nave del espejo. Tal vez me  llore en el laurel o busque mi recuerdo  en la forma de una estrella.   (De: Sabor Eterno, 1939)  
 Extraídos de VINTE POETAS CUBANOS DO SÉCULO XX; seleção, prefácio e  notas de Virgilio López Lemus. Trad. Alai Garcia Diniz, Luizete Guimarães  Barros.  Florianópolis: Editora de UFSC, 1995.
 
     TEXTO EM  PORTUGUÊS Traduções de   Alai Garcia Diniz e  Luizete Guimarães Barros        POEMA IMPACIENTE    E se você chegar tarde,  quando minha boca tiver  sabor seco de cinzas,  e de terras amargas?   E se chegar quando  a terra removida e escura (cega, morta)  chova sobre meus olhos,  e desterrado da luz do mundo  te busque em minha luz,  na luz interior que eu achava  que vinha fluindo em mim? (Quando talvez descubra  que nunca tive luz  e ande tateando dentro de mim mesmo,  como um cego que tropeça a cada passo  com lembranças que ferem como cardos.)    E se chegar quando já o tédio  ate e tape as mãos; .  quando não possa abrir os braços  e fechá-los depois como as valvas  de uma concha amorosa que defende  seu mistério, sua carne, seu segredo;  quando não possa ouvir abrir  a rosa de seu beijo nem tocar  (meu tato murcho entre a erva hirta)  nem sentir que nasce em mim outro perfume  que lhe responda ao seu,  nem mostrar a suas rosas  a cor das minhas?   E se você chegasse tarde e encontrasse (apenas)  as cinzas gélidas da espera?        NOTURNO E ELEGIA  
 
 
   Se perguntar  por mim, traça no solo  uma cruz de  silêncio e de cinza sobre  o impuro  nome que padeço.  Se perguntar  por mim, diz que estou morto  e que  apodreço com as formigas.  Diz-lhe que  galho sou da laranjeira  e a veleta  simples de uma torre.    Não lhe  digas que ainda choro  acariciando  o oco de sua ausência  onde sua  cega estátua ficou impressa  na espera  incessante de que regresse o corpo.  A carne é um  laurel que canta e sofre  e eu esperei  em vão sob sua sombra.  Já é tarde.  Sou um peixinho mudo.    Se perguntar  por mim dá-lhe estes olhos, estas  palavras grises, estes dedos;  e a gota de  sangue neste lenço.  Diz-lhe que  estou perdido, que virei uma perdiz  escura, um falso anel  à beira de  juncos esquecidos;  diz-lhe que  vou do açafrão ao lírio.    Diz-lhe que  quis perpetuar seus lábios,  habitar o  palácio de sua fronte.  Navegar uma  noite em seus cabelos. Aprender a  cor de suas pupilas  e apagar-se  em seu peito suavemente,  noturnamente  fundido, em letargia  num rumor de  veias e surdina.    Agora não  posso ver ainda que suplique  o corpo que  vesti de meu carinho.  Tornei-me um  rosado caracol,  fiquei fixo,  roto, desprendido.  E se  duvidais de mim, acreditai no vento,  olhai ao  norte, perguntai ao céu  que vão  dizer se espero ainda ou se anoiteço.    Ah! Se  perguntar diz-lhe o que sabes.  As oliveiras  falarão de mim um dia  quando eu  for o olho da lua,  ímpar sobre  a festa da noite,  adivinhando  conchas da areia,  o rouxinol  suspenso de um astro  e o hipnótico  amor das marés.    É verdade  que estou triste, mas tenho  semeado um  sorriso no tomilho,  outro  sorriso escondi em Saturno  e perdi o  outro não sei onde.  Melhor será  que espere a meia-noite  o extraviado  odor dos jasmins,  e a vigília  do telhado, fria.    Não me  lembres seu dedicado sangue  nem que eu  pus vermes e espinhos  pra morder  sua amizade de nuvem e brisa.  Não sou o  ogro que cuspiu em sua água  nem o que um  cansado amor paga em moedas.  Não sou o  que freqüenta aquela casa  presidida  por uma sanguessuga!    (Ali se vai  com um ramo de lírios  para que o  esmague um anjo de asas turvas.) Não sou o  que trai as pombas,  as crianças,  as constelações ...  Sou uma  tenra voz desamparada  que sua  inocência busca e solicita  com doce  assobio de pastor ferido.    Sou uma  árvore, a ponta de uma agulha,  um alto  gesto eqüestre em equilíbrio;  a andorinha  em cruz, o lubrificado  vôo da  coruja, o susto de um esquilo.  Sou tudo,  menos isso que desenha  sinais de  lama nas paredes  dos bordéis  e dos cemitérios.    Tudo, menos  aquilo que se oculta  sob uma seca  máscara de esparto. Tudo, menos  a carne que procura  voluptuosos  anéis de serpente  cingindo em  espiral viscosa e lenta.  Sou o que tu  me mandes, o que inventes  para  enterrar meu pranto na neblina.    Se perguntar  por mim, diz-lhe que moro  na folha do  acanto e na acácia.  Ou,  preferindo, diz-lhe que morri.  Dá-lhe o  suspiro meu, e o meu lenço;  meu fantasma  na nave do espelho.  Talvez eu  chore no laurel ou busque  lembranças  minhas no feitio de estrela.    (De: Sabor eterno, 1939)      Extraídos de VINTE POETAS CUBANOS DO SÉCULO XX; seleção, prefácio e  notas de Virgilio López Lemus. Trad. Alai Garcia Diniz, Luizete Guimarães  Barros.  Florianópolis: Editora de UFSC, 1995.    |